Conversatorio: Escenarios para (re)pensar la ciudad. (V)

En la práctica urbanística uno de los temas históricamente más polémicos, ha sido el de la elección de las densidades óptimas para el crecimiento de la ciudad. Frente a las densidades mínimas y máximas en la ciudad contemporánea y los vaivenes pendulares en el sector crítico, ¿Cómo os posicionais vosotros? ¿Ciudad compacta o ciudad dispersa? ¿Hacia qué ciudad?

 

JME. Para mí este debate, que siempre ha sido uno de los principales y se engloba dentro del de la “fragmentación territorial”, de la conexión de las piezas que van a componer la ciudad y el territorio del futuro, cada vez más organizadas autistas, de manera dislocada.

 

EG. Yo no lo comparto exactamente, es decir, estás pensando en algo que se da en ciudades como Madrid o Barcelona pero no siempre en las demás. El grado de compacidad de Madrid es tres veces mayor que en Barcelona y seis veces mayor que el de Valencia.

 

JME. Estamos hablando de dos sistemas de producción de ciudad que corresponden a rentas distintas. Las urbanizaciones cerradas de baja densidad y ensimismadas son un producto estándar de rentas altas. En Buenos Aires, las urbanizaciones cerradas proliferan a una velocidad desorbitada emulando el concepto Norteamericano. Ese modelo en Madrid se está generalizando también.

 

EG. Eso ya existía en los años sesenta .Fue el tema de mi tesis doctoral y tengo una visión diferente de la problemática. Creo que no es exactamente así como se plantea en los sesenta y setenta en la producción de dispersión metropolitana.

 

JME. Es cierto entonces la dispersión no operaba con esa lógica de las rentas.

 

EG. En Valencia las urbanizaciones cerradas se dan sobretodo en los sesenta y setenta y en los ochenta y noventa las urbanizaciones de viviendas adosadas son bastante más abiertas. Son problemáticas más complejas y a escala territorial también tienen un papel diferente. Se ha visto generalmente como una generación de fragmentos autistas dentro del territorio, como una explosión. Pero en realidad esa urbanización dispersa responde a una forma previa del territorio y a un posicionamiento estratégico dentro de él con una lógica identificable, a veces contingente, pero muchas veces identificable. Hay que hacer un esfuerzo para entender ese proceso que es muy diferente del de la ciudad compacta. Y ahora esa parte, ya es ciudad. La situación de la dispersión en el área metropolitana crea realidades muy distintos como por ejemplo en Novelda, caso que estamos trabajando actualmente. No son procesos marginales ni muchísimo menos. Son procesos sistematizados, otra manera de hacer. No ha habido hasta ahora una forma de intervención urbanística que trate de entender esos procesos. Y sin embargo en cifras es una ocupación muy importante del orden del 30% del suelo transformado en la Comunidad Valenciana.

 

JME. Yo creo que estábamos de acuerdo. Plantear si es válido ese proceso o no esos procesos en las áreas metropolitana de las ciudades es un reto. El crecimiento actual no es continuo o en coronas desde un punto central, es fragmentado, a ello me refería con el concepto de fragmentación territorial.

 

EG. Lo que no podemos es anatematizarlo y decir esto es ciudad difusa o dispersa… sin más.

La cuestión es la importancia que se da en la propia visión de los fragmentos. El rechazo actual a la baja densidad genera muchas contradicciones. La ciudad compacta genera otros problemas, en realidad cuando decimos que la ciudad compacta es más sostenible nos olvidamos de problemas como la congestión, etc…

 

JME. El debate de la ciudad continua y compacta frente a la dispersa está siendo revisitado. Hay que mirar la realidad desprejuiciadamente sin aplicar filtros a priori.

 

 

EG. Discutir sólo en términos de consumo energético o de transporte, que está muy ligado, me parece peligroso. Bernardo Secchi planteó que está por ver, en términos de sostenibilidad, qué sería más sostenible y más económico, si reubicar en la ciudad compacta a los habitantes de la dispersión o regalarles a todos un coche a hidrógeno. La conquista de la movilidad por parte de la gente no puede ser renunciable es una realidad. Por supuesto el mal uso de esa movilidad y el consumo de combustibles fósiles son temas sobre el que el urbanismo tiene que dar soluciones. Hay que aprender y educar a cómo utilizar la capacidad conquistada, y mejorarla en cuanto a su eficencia técnica asumiendo los costos medioambientales.

 

 

 

EN CONCLUSIÓN, ¿Cómo nos enfrentamos a la ciudad actual?

 

EG. Cada municipio tiene sus reglas sus realidades, no es un problema únicamente de oponer lo compacto y lo disperso. Ofrecer una alternativa a lo disperso, en términos diferentes de sostenibilidad, garantizando la diversidad.

 

JME. Efectivamente no se puede negar una realidad. El reto es la adaptabilidad.

 

Parece que una de las características principales de la ciudad actual es ser ante todo diversa y del urbanismo en la práctica lo es su adaptabilidad. Y que esos rasgos sustanciales, lejos de ser un hándicap, son el terreno de la oportunidad y de la reflexión. Pensar desde la heterogeneidad del desarrollo urbano según el territorio, atender a las reglas minoritarias, priorizar el acceso de los ciudadanos a las decisiones sobre su entorno parecen las claves sobre las que repensar el planeamiento que sin duda aún tiene algo que decir sobre el futuro de nuestras ciudades.

 


 

 

 

Hacia qué práctica urbanística? es una entrevista publicada en el número 11 de VPOR2 Revista de Vivienda.